|
Las enfermedades
primarias de la vasculatura pulmonar son infrecuentes, por lo que
su enfrentamiento corresponde al especialista. En cambio, el compromiso
vascular secundario a otras enfermedades pulmonares o extrapulmonares
constituye un problema grave y frecuente en la práctica clínica
diaria. Analizaremos en primer lugar la embolia pulmonar, que, con
la trombosis venosa que la origina, conforma la enfermedad tromboembólica.
Después se tocarán algunos aspectos del edema pulmonar
y de la hipertensión pulmonar, especialmente en sus formas
secundarias. Finalmente, nos referiremos a las repercusiones que
pueden tener las alteraciones antes vistas sobre el corazón
derecho.
CAPITULO 45
EMBOLIA PULMONAR
La embolia pulmonar es una grave complicación
que se presenta prácticamente en todas la áreas de
la atención médica. Todo médico debe estar
preparado para prevenirla, plantear el diagnóstico e iniciar
su tratamiento o referir sin demoras al paciente a donde corresponda.
El lecho vascular pulmonar retiene mecánicamente las partículas
sólidas que normalmente se forman en o ingresan al sistema
venoso. Cuando en condiciones patológicas las partículas
son de mayor tamaño o muy abundantes, se produce una oclusión
vascular patológica o embolia pulmonar. Los materiales embolizados
pueden ser coágulos desprendidos de trombosis venosas, fragmentos
de médula ósea que ingresan a la sangre en fracturas
de huesos largos, células y detritus de líquido amniótico,
etc. La embolia trombótica que es, por mucho, la más
frecuente, será analizada a continuación.
ETIOLOGIA
El 90% de las embolias pulmonares se originan
en trombosis de las venas profundas de las extremidades inferiores.
Las venas distales a la poplítea generan, por su menor diámetro,
trombos de tamaño reducido que embolizan vasos pequeños,
pero aproximadamente en un 15% de los casos estas trombosis se extienden
a las venas del muslo al 7° a 10° día de su formación.
En las venas del muslo e ilíacas se forman trombos grandes,
cuyos fragmentos desprendidos pueden ocluir grandes ramas de la
arteria pulmonar. Ocasionalmente, los trombos pueden nacer en las
venas uterinas, prostáticas, renales, de extremidades superiores
o en las cavidades derechas del corazón. Los coágulos
que más fácilmente se desprenden son los recién
formados, ya que en esta etapa son más friables.
La trombosis venosa es favorecida por tres
factores, que se han atribuido a Virchow, pero se plantearon como
tríada después de su muerte.
a) Estasia venosa: se produce en insuficiencia
cardíaca congestiva, insuficiencia venosa, inmovilización
de extremidades, reposo en cama, obesidad, embarazo.
b) Daño de la íntima: se presenta
en traumatismos, quemaduras, cirugía local, infecciones.
c) Aumento de la coagulabilidad: observado
en puerperio, cirugía mayor, cáncer, uso de anticonceptivos,
policitemia vera, trombofilias primarias.
Ciertas condiciones clínicas presentan
un riesgo particularmente elevado de embolia pulmonar y en ellas
deben iniciarse precozmente las medidas preventivas. Estas condiciones
son enumeradas en la Tabla 45-1 de acuerdo a su riesgo relativo.
En la categoría de riesgo alto, los pacientes tienen 20 veces
más probabilidades de sufrir una embolia pulmonar si se les
compara con aquellos que no presentan dicho factor de riesgo. En
la categoría de riesgo bajo, esta probabilidad es 2-4 veces
mayor.
TABLA 45 - 1
FACTORES DE RIESGO PARA TROMBOEMBOLISMO
|
RIESGO
ALTO |
RIESGO
BAJO |
Cirugía
Abdominal y pelviana mayor
Reemplazo de cadera
Postoperatorio en UCI |
Cardiovasculares
Malformación congénita
ICC
Hipertensión arterial
Trombosis venosa superficial
Catéter venoso central |
Obstetricia
Embarazo tardío
Cesárea
Puerperio |
Estrógenos
Anticonceptivos orales
Terapia de reemplazo |
Extremidades
inferiores
Fracturas
Várices |
Misceláneas
EPOC
Enfermedad neurológica
Neoplasia oculta
Enfermedades protrombóticas
Viaje prolongado
Obesidad |
Cáncer
Abdominal/pelviano
Avanzado/metastático |
|
Movilidad
reducida
Hospitalización
Casa de reposo |
|
Misceláneas
Trombosis profunda extremidades inferiores |
|
PRONOSTICO
Prevención, diagnóstico precoz y
tratamiento apropiado son los factores que determinan el pronóstico
de la embolia pulmonar. De todos los pacientes que eventualmente
fallecerán a causa de la embolia, dos tercios sobreviven
menos de 30 minutos y cerca del 90% sólo algunas horas, por
lo cual muchos no alcanzan a recibir tratamiento eficaz. Por otro
lado, la mortalidad de la embolia pulmonar no tratada es de aproximadamente
30% y se reduce a 2-8% con tratamiento, siendo la recurrencia de
la embolia la causa de muerte más frecuente . El riesgo de
recurrencia aumenta 15 veces si no se logra una anticoagulación
efectiva dentro de las primeras 24 horas. Teniendo en cuenta la
información anterior, para modificar el pronóstico
de la embolia son fundamentales:
• la
profilaxis
• un diagnóstico precoz,
con el fin de disminuir las muertes tempranas
• un tratamiento rápido
y adecuado, para evitar las muertes por recurrencia
ASPECTOS MORFOLOGICOS
La trombosis venosa se inicia generalmente en la
vecindad de las válvulas venosas por acúmulos plaquetarios
que, al liberar sustancias trombogénicas, generan un coágulo
fibrinoso que crece por aposición de nuevas plaquetas y repetición
del ciclo. El trombo puede desprenderse total o parcialmente, transformándose
en un émbolo. Usualmente los trombos venosos son disueltos
por los sistemas trombolíticos del organismo y, si quedan
residuos, éstos se organizan e incorporan a la pared de la
vena. Esto puede deformar sus válvulas, que se hacen incompetentes,
perpetuando la estasia venosa.
En el pulmón, los émbolos pueden
ocluir total o parcialmente las arterias en que se impactan, siendo
el tamaño del vaso ocluido, el estado previo del pulmón
y del sistema cardiovascular y, en último término,
las consecuencias hemodinámicas, las determinantes de la
fisonomía y gravedad del cuadro. De acuerdo a la respuesta
hemodinámica la embolia se clasifica en masiva y submasiva.
La embolia masiva se define por la presencia de shock, mientras
en la submasiva la presión arterial es normal. Los mecanismos
que determinan estas dos respuestas hemodinámicas se explican
más adelante.
La resolución de los trombos pulmonares
se ha estudiado con cintigrafía, angiografía o tomografía
computarizada helicoidal de tórax con contraste (angioTAC).,
por lo cual los datos disponibles son algo variables. En general,
en los pacientes tratados con heparina, se aprecia una disminución
de los defectos de perfusión de 40% a los 7 días;
de 50% entre las 2-4 semanas y resolución completa a los
6 meses en las tres cuartas partes de los pacientes. La mayoría
de aquellos que aún presentan defectos de perfusión
crónicos después de los 6 meses permanece asintomática,
pero las alteraciones descritas pueden dificultar el diagnóstico
de recurrencias. Con muy escasa frecuencia (~5%), los trombos se
organizan dando origen a un cuadro de oclusión vascular e
hipertensión pulmonar crónica secundaria.
FISIOPATOLOGIA
.Las principales consecuencias respiratorias agudas
de la embolia son cuatro: aumento del espacio muerto alveolar, broncoconstricción,
taquipnea e hipoxemia. Más tardíamente puede haber
pérdida regional del surfactante e infarto pulmonar. La consecuencia
inmediata de la oclusión arterial es un aumento del espacio
muerto alveolar, ya que los alvéolos que quedan sin perfusión
siguen ventilando. Si la oclusión es parcial, habrá
perfusión pero será insuficiente para el grado de
ventilación, creándose un área con relación /Q
elevada. Estas condiciones producen hipocarbia alveolar que induce,
como mecanismo compensatorio, contracción de los ductos alveolares
lo que tiende a disminuir la ventilación de los territorios
hipoperfundidos. Además, las plaquetas del trombo liberan
mediadores que producen broncoconstricción localizada. El
efecto final de ambos fenómenos es reducir la ventilación
del territorio no perfundido, disminuyendo así la /Q
aumentada.
Al cesar la perfusión de un área
del lecho vascular del pulmón, la sangre destinada a aquélla
se redistribuye a las zonas indemnes-pulmón disminuyendo
su /Q,
con lo que sube la PACO2
y, consecuentemente, la PaCO2. Esta alza estimula
de inmediato los centros respiratorios aumentando la ventilación.
Por otra parte, en la zona afectada por la embolia, se estimulan
receptores J y yuxtacapilares, lo que también produce hiperventilación
con una caída leve o moderada de la PaCO2.
Es corriente, aunque no constante, la existencia
de hipoxemia, que se atribuye a varios mecanismos, analizados en
el capítulo sobre relaciones ventilación-perfusión:
- sobreperfusión de los territorios alveolares normales
por derivación de la sangre desde las áreas ocluidas.
Este mecanismo determina la aparición de zonas con relación
/Q baja
y cobra mayor importancia si el pulmón restante no estaba
previamente sano.
- reducción del gasto cardíaco, debido a insuficiencia
cardíaca derecha. La disminución del gasto cardíaco
aumenta necesariamente la extracción periférica
de oxígeno, lo que significa que la sangre venosa volverá
al pulmón con un menor contenido de O2,
magnificando el efecto de las zonas con relación /Q
baja.
- atelectasias, debidas a la reducción de producción
de surfactante y a hemorragias intraalveolares del territorio
comprometido, que producen cortocircuito de magnitud variable
y contribuyen de paso a los signos radiográficos de disminución
de volumen, evidentes a las 24 horas de isquemia.
- apertura del foramen oval, por aumento de la presión
de la aurícula derecha, con cortocircuito anatómico
de derecha a izquierda. Este mecanismo sólo opera cuando
se produce una gran hipertensión pulmonar.
En casos de embolias pequeñas o moderadas,
con un lecho vascular pulmonar previamente normal, estos fenómenos
no alcanzan a ser significativos o pueden ser totalmente compensados
por la hiperventilación. Por lo tanto, una PaO2
normal no descarta una embolia pulmonar. En cambio, la diferencia
alvéolo-arterial es más sensible, ya que la hiperventilación
compensatoria incluso la exagera.
Al contrario de lo que sucede en otros territorios
vasculares (coronario, cerebral), el infarto es una consecuencia
muy infrecuente de la obstrucción vascular pulmonar. Esto
se debe a que el pulmón tiene tres fuentes de oxígeno:
las vías aéreas, la arteria pulmonar y la circulación
bronquial proveniente de la aorta.
Otros efectos importantes de la oclusión
vascular son los hemodinámicos. La respuesta hemodinámica
a la embolia es determinada por el tamaño del émbolo
y la condición cardiopulmonar previa del paciente. La reducción
mecánica leve o moderada del lecho vascular no modifica significativamente
la resistencia del circuito menor, pero cuando excede un 30-50%
se produce un incremento brusco de resistencia y presión.
Al factor mecánico del émbolo se suma el efecto vasoconstrictor
de las aminas liberadas por las plaquetas del trombo. El ventrículo
derecho puede adecuarse a este incremento abrupto de la post carga
a través de la ley de Frank-Starling, dilatándose
y aumentando eventualmente su capacidad contráctil. Sin embargo,
tal compensación requiere un aumento del trabajo miocárdico
y, consecuentemente, del consumo de oxígeno, que se hace
críticamente dependiente de la perfusión coronaria.
Asimismo, al dilatarse el ventrículo derecho, el septum interventricular
se desplaza hacia el ventrículo izquierdo, y éste
disminuye su precarga. El efecto final es una reducción del
gasto cardíaco sistémico y de la perfusión
coronaria, que puede conducir a isquemia ventricular derecha, mayor
caída del gasto, arritmias, shock cardiogénico y muerte.
MANIFESTACIONES CLINICAS
Los síntomas y signos de embolia pulmonar
son de baja sensibilidad e inespecíficos, por lo que en la
gran mayoría de los casos el diagnóstico nace de la
sospecha metódica en pacientes con los factores predisponentes
antes mencionados.
Teniéndose presentes las limitaciones
descritas, el diagnóstico de embolia pulmonar debe considerarse
sistemáticamente frente a cuatro síndromes clínicos,
que pueden presentarse en forma aislada o en conjunto:
• Disnea aguda de causa desconocida.
Corresponde al 30% de los casos. Se caracteriza por un cuadro de
disnea súbita, taquipnea y taquicardia, sin hemoptisis ni
compromiso hemodinámico, incluso con electrocardiograma y
radiografía normales. Ocasionalmente pueden auscultarse sibilancias
por la broncoconstricción hipocápnica.
• Hemoptisis y/o dolor pleurítico.
Representa el 50% de los casos constituyendo el síndrome
de infarto pulmonar. Esta presentación se asocia a embolias
submasivas y cuando es característico confluyen las siguientes
manifestaciones: dolor pleurítico, hemoptisis y un infiltrado
radiográfico. Pueden asociarse fiebre, frotes pleurales y
leucocitosis, planteándose con frecuencia el diagnóstico
diferencial con neumonía.
• Shock en paciente previamente
sano. El 10% de los pacientes debuta de esta forma. Es
por definición la manifestación clínica de
la embolia masiva. Generalmente los pacientes presentan angustia,
disnea marcada, dolor torácico opresivo que hace sospechar
un infarto del miocardio, acentuación del segundo tono cardíaco
y signos de shock.
• Shock en paciente con enfermedad
cardiopulmonar previa. Un 10% adicional presenta manifestaciones
similares a las descritas con la diferencia de que estos pacientes
tienen una enfermedad preexistente, que limita su reserva cardiaca
y/o respiratoria. En estos casos, aun pequeñas embolias pueden
ser catastróficas.
EXAMENES DE LABORATORIO
Clasificaremos los exámenes de laboratorio
como generales y específicos. Los primeros se utilizan generalmente
para estimar la probabilidad clínica de que el paciente tenga
una embolia y excluir, por lo tanto, un diagnóstico alternativo.
Como veremos más adelante, el valor de los exámenes
específicos depende de la probabilidad clínica de
embolia asignada a cada paciente.
1. EXAMENES GENERALES
Radiografía de tórax
Su principal utilidad es descartar otras enfermedades
que pueden dar síntomas similares. La embolia usualmente
no produce imágenes radiográficas y, cuando las hay,
son inespecíficas: disminución del volumen del área
isquémica, evidenciada por ascenso diafragmático o
desplazamiento de cisuras, opacificaciones debidas a atelectasias
o hemorragias intraalveolares, derrame pleural, ensanchamiento de
las arterias hiliares o interrupción brusca de alguna de
ellas, zonas de hipovascularización, engrosamiento de la
vena ácigos, crecimiento de las cavidades derechas.
Gases en sangre arterial
Cerca del 90% de los pacientes presentan un aumento
de la PA-aO2, que no necesariamente se traduce
por hipoxemia por las razones explicadas. La presencia de hipoxemia,
aunque no es diagnóstica por sí misma, es útil
para valorar la gravedad del proceso, debiendo tenerse presente
que cuando ésta es inferior a 60 mmHg, en ausencia de enfermedad
pulmonar previa, lo más probable es que se trate de una embolia
de considerable magnitud.
Electrocardiograma
Con frecuencia sus alteraciones son inespecíficas,
siendo la taquicardia sinusal el hallazgo más frecuente.
Dependiendo de la magnitud de la embolia, puede observarse un bloqueo
completo de rama derecha o T invertidas entre V1 y V4,
que sugieren sobrecarga ventricular derecha. Es muy infrecuente
el típico patrón S1Q3T3.
Muchas veces la utilidad del electrocardiograma radica exclusivamente
en descartar la presencia de infarto del miocardio o de pericarditis.
Los signos de sobrecarga ventricular derecha deben hacer sospechar
un evento embólico de gran magnitud.
2. EXAMENES ESPECIFICOS
Dímero-D
Es un producto de degradación del fibrinógeno,
resultado de la acción proteolítica de la plasmina
sobre la fibrina. Si bien se encuentra elevado en la embolia pulmonar,
también se eleva en múltiples otras condiciones, como
el embarazo, la edad avanzada, enfermedades inflamatorias graves
de cualquier origen, traumatismos, cáncer, cirugía
reciente, infarto del miocardio, etc. Esto significa que si se encuentra
elevado (>500µg/L) no es de utilidad diagnóstica
si la sospecha clínica previa es alta. En cambio, por ser
su valor predictivo negativo muy elevado, es de utilidad para descartar
la enfermedad cuando su normalidad se asocia a una baja probabilidad
clínica de embolia.
Ecocardiograma
Dependiendo de la magnitud de la embolia, pueden
observarse anormalidades de la función, de la motilidad segmentaria
o del tamaño del ventrículo derecho, o evidencias
de hipertensión pulmonar . Aunque cabe esperar que estas
alteraciones sean propias de la embolia masiva, también se
han encontrado en un subgrupo de pacientes con embolia submasiva.
No se emplea rutinariamente en el proceso diagnóstico y su
mayor utilidad consiste en proporcionar una aproximación
diagnóstica en aquellos pacientes con embolia masiva que
están demasiado graves como para exámenes más
invasivos.
Cintigrafía pulmonar
A pesar de que ha sido superada por otros
exámenes, en muchos centros hospitalarios la cintigrafía
continúa siendo un examen de primera línea en la investigación
de una embolia pulmonar. Para su buen rendimiento es necesario que
la radiografía de tórax sea normal y que el paciente
no tenga enfermedades cardiopulmonares concurrentes. La cintigrafía
estudia la distribución de la perfusión y de la ventilación
del pulmón con isótopos, cuya radiación es
captada en la superficie corporal mediante una gama-cámara.
Se informa como normal, indeterminada o de alta probabilidad. Una
cintigrafía normal descarta una embolia pulmonar cuando la
sospecha clínica es baja y una cintigrafía de alta
probabilidad permite confirmar con certeza embolia si la sospecha
clínica es alta. Cuando existe discordancia entre la cintigrafía
y la sospecha clínica, este examen debe considerarse no diagnóstico,
requiriéndose de exámenes adicionales. Lo mismo es
válido para la cintigrafía informada como indeterminada.
Ecografía doppler de extremidades inferiores
Considerando que la embolia es parte de la enfermedad
tromboembólica, resulta lógico que demostrar la existencia
del otro componente, la flebotrombosis, pueda contribuir a tomar
decisiones terapéuticas. Aun así, su utilidad en el
proceso diagnóstico es limitada ya que la mayoría
de las embolias son producidas por trombosis venosa profunda asintomática,
en las que la sensibilidad de la ecografía es baja. Sin embargo,
si existen síntomas y/o signos de trombosis venosa, este
examen puede simplificar considerablemente el estudio y justificar
el inicio del tratamiento anticoagulante, que está indicado
exista o no una embolia pulmonar. En resumen, una ecografía
negativa en un paciente sin síntomas de trombosis venosa
profunda no permite descartar una embolia pulmonar, pero una ecografía
positiva es suficiente para iniciar tratamiento anticoagulante de
inmediato.
Tomografía helicoidal computarizada de
tórax con contraste
La angio-TAC constituye uno de de los mayores avances
en el diagnóstico de la embolia pulmonar, llegando a ser
el examen de elección en muchos centros. Sus principales
ventajas son su carácter poco invasivo y su capacidad de
evaluar directamente el árbol vascular pulmonar, con un rendimiento
que es similar al de la angiografía convencional. Además,
los equipos más recientes permiten durante el mismo examen
evaluar las condiciones del sistema venoso profundo, incluyendo
vena cava inferior y venas ilíacas. Esta característica
no sólo hace innecesaria la ecografía doppler de extremidades
inferiores, sino que proporciona mayor información que aquella.
Asimismo, si no se demuestra embolia, la angioTAC puede diagnosticar
enfermedades alternativas, no detectadas en la radiografía
de tórax, como neumonía, cáncer pulmonar, derrame
pleural o pericárdico, entre otras. Sus desventajas son escasas,
y entre ellas se cuenta su dependencia de la experiencia del radiólogo,
su costo elevado y la necesidad de utilizar medio de contraste,
que puede estar contraindicado o ser de riesgo en pacientes con
enfermedad renal subyacente. Si bien su valor predictivo positivo
es cercano a 100%, su valor predictivo negativo es insuficiente
para descartar embolia cuando es normal en pacientes con alta sospecha
clínica. Entre las imágenes más específicas
de embolia se encuentran los defectos de llenado parcial o completo
de arterias centrales o periféricas y la amputación
brusca de ramas arteriales con aumento del diámetro del vaso
afectado. Las opacidades en cuña del parénquima pulmonar
con su base en la pleura y la presencia de atelectasias lineares
son hallazgos complementarios de utilidad.
Angiografía pulmonar
Es el patrón para el diagnóstico
de embolia pulmonar y constituye el último eslabón
del proceso diagnóstico cuando la sospecha es alta y los
métodos previos han sido negativos. Constituye el procedimiento
inicial frente a una embolia masiva. Si bien puede ser negativa
en embolias de escaso tamaño, se ha planteado, con razón,
que si una embolia es demasiado pequeña para ser detectada
también lo es para ser tratada. La angiografía consiste
en la inyección de un medio de contraste en la arteria pulmonar
o sus ramas, seguida de radiografías seriadas. El procedimiento
convencional tiene un riesgo de muerte bajo, ligado a la inyección
rápida de un bolo de medio de contraste hipertónico.
Este peligro es mayor en pacientes con hipertensión pulmonar
marcada y se puede reducir con angiografías selectivas que
usan bolos de menor volumen y medios de contraste más seguros,
o con el uso de la angiografía por substracción digital
que puede realizarse inyectando el bolo de contraste en una vena
periférica. Este procedimiento menos invasivo tiene una sensibilidad
y una especificidad más bajas que la angiografía convencional
si la embolia es de ramas menores.
Las imágenes específicas de embolia
son similares a las descritas para el angioTAC.
PROCESO DIAGNOSTICO
La embolia pulmonar es uno de los problemas
diagnósticos más difíciles de la medicina,
y la mayoría de los médicos debe enfrentarlo alguna
vez en su práctica clínica. Es la entidad en que existe
el mayor número de diagnósticos falsos negativos y
de diagnósticos falsos positivos, con el agravante de que
si no es tratada oportunamente tiene una alta letalidad.
Por otra parte, un tratamiento anticoagulante,
justificado o no, significa un importante riesgo, ya que la probabilidad
de complicaciones con la heparina es alta, siendo esta droga la
que más muertes provoca en pacientes hospitalizados con una
enfermedad no necesariamente letal.
Estas observaciones explican la profusión
de estudios realizados o en curso para encontrar métodos
que permitan pasar de la sospecha a la certeza en el diagnóstico
de embolia.
El primer paso en este proceso es determinar la
probabilidad clínica de que un paciente efectivamente tenga
una embolia pulmonar, y luego calificar el grado de riesgo del cuadro.
Para calificar el riesgo es suficiente un buen análisis clínico
de la situación, pero se ha demostrado que sólo los
médicos experimentados logran una predicción apropiada.
Por esta razón se han publicado diversos algoritmos que permiten
calcular puntajes de riesgo, de los cuales el propuesto por la Sociedad
Británica de Tórax, descrito en la Tabla 45-2, es
el más simple para su empleo clínico. Como puede observarse
en dicha tabla, la estimación del riesgo no es más
que un análisis de los síntomas sugerentes de la enfermedad,
los factores de riesgo asociados y la ausencia de otra explicación
razonable para el diagnóstico.
TABLA
45-2
ESTIMACION DE LA PROBABILIDAD CLINICA DE EMBOLIA |
A. El paciente
tiene un cuadro clínico compatible
- Taquipnea
- Disnea
- Dolor pleurítico
- Hemoptisis
|
Presenta además alguna
de las siguientes condiciones
- Ausencia de otra explicación clínica razonable
aparte de embolia pulmonar
- Presencia de un factor de riesgo mayor
|
Estimación :A + 1 y 2 = alta probabilidad clínica
A + 1 o 2 = probabilidad clínica intermedia
Sólo A = probabilidad clínica
baja
|
La estimación de la
probabilidad clínica es un paso importante: si la probabilidad
es baja, un examen de buen valor predictivo negativo permite
descartar la enfermedad; por el contrario, si la sospecha es moderada
o alta, un solo examen negativo no será suficiente para excluir
el diagnóstico.
La etapa siguiente es la fase diagnóstica
de los exámenes disponibles en un determinado centro, de
la calidad de dichos exámenes y, en el caso de la angio-TAC,
de la experiencia de los operadores. Actualmente la fase diagnóstica
puede enfrentarse con dímero-D, cintigrafía pulmonar
y angioTAC.
Teniendo en cuenta que la fase diagnóstica
está fuertemente influida por el grado de sospecha clínica
(baja, intermedia y alta), se han propuesto diversos diagramas de
flujo para cada situación. Estos diagramas varían
dependiendo de los exámenes disponibles, son complejos y
presentan áreas de incertidumbre que competen a los especialistas.
En consecuencia, escapan al objetivo de este texto, por lo que sólo
entregaremos aquí algunas pautas muy generales de estudio
de acuerdo a la probabilidad clínica.
Alta probabilidad clínica de embolia
En esta categoría, entre un 70-90% termina
siendo embolia. Una angioTAC positiva o una cintigrafía pulmonar
de alta probabilidad son suficientes para confirmar el diagnóstico.
Sin embargo, si estos exámenes son normales, no permiten
descartar con certeza una embolia, pues poseen un valor predictivo
negativo insuficiente. En tal caso, debe explorarse la presencia
de trombosis venosa profunda, lo que puede lograrse con ecografía
doppler de extremidades inferiores o incorporando el estudio del
sistema venoso en la angioTAC.
Baja probabilidad clínica de embolia
En este grupo, la existencia de embolia es
baja, oscilando entre 5-10%. Un resultado negativo de dímero-D
con técnica de ELISA es suficiente para descartar embolia,
debido a su alto valor predictivo negativo. Lo mismo puede decirse
de una cintigrafía pulmonar normal, pero este examen sólo
se justificaría si no se cuenta con dímero-D. Si,
por el contrario, el dímero-D se encuentra elevado o la cintigrafía
es indeterminada o de alta probabilidad, no puede confirmarse el
diagnóstico de embolia sin exámenes adicionales pues
sus valores predictivos positivos son insuficientes. Esta indefinición
diagnóstica es relevante si se considera, como ya se dijo,
los riesgos no despreciables de un tratamiento anticoagulante injustificado.
Probabilidad intermedia de embolia
La prevalencia de embolia en estos pacientes
es de 25-45%. En el estudio de estos pacientes se combinan exámenes
empleados en los dos grupos anteriores, aunque existe menos certidumbre
respecto de sus valores predictivos. En general, puede decirse que
un dímero-D o una cintigrafía normales permiten excluir
el diagnóstico de embolia, mientras que una angioTAC positiva
o una cintigrafía pulmonar de alta probabilidad son suficientes
para confirmarlo.
TRATAMIENTO
Considerando que la embolia es una complicación
de la flebotrombosis, es obvio que el mejor tratamiento es la prevención
de esta última, a través de medidas profilácticas.
La profilaxis de la flebotrombosis no será tratada en detalle
ya que es materia de otros cursos. Sólo insistiremos en que
para realizarla el primer paso es la identificación de los
pacientes de riesgo, ya que el tipo de medidas profilácticas
dependerá del grado de riesgo que existe.
El tratamiento de la embolia está dirigido
a evitar su recurrencia mediante la anticoagulación. Si el
tratamiento anticoagulante está contraindicado o si a pesar
de un tratamiento anticoagulante adecuado se produce una recurrencia,
debe considerarse interceptar mecánicamente los émbolos
en la cava inferior, colocando en su interior un filtro especial.
Cuando la situación es una embolia pulmonar masiva, el tratamiento
inicial está dirigido a corregir los trastornos hemodinámicos
y del intercambio gaseoso mediante trombolisis enzimática
o resección quirúrgica del trombo.
ANTICOAGULACION
El eje del tratamiento es el uso de anticoagulantes,
que debe aprenderse en práctica supervisada o solicitarlo
a quien lo maneje rutinariamente. El tratamiento de la flebotrombosis
y la embolia es similar, excepto cuando la embolia es masiva.
Heparina. La heparina no actúa
directamente sobre la embolia ya producida, ya que no conduce a
la disolución del trombo. Su eficacia radica en la prevención
inmediata del crecimiento del trombo, lo que es crucial ya que es
el material trombótico recién formado el que suele
desprenderse.
En los pacientes sin embolia masiva, el tratamiento
anticoagulante es igualmente eficaz tanto si se emplea heparina
no fraccionada o heparinas de bajo peso molecular. La heparina no
fraccionada requiere un bolo inicial y administración posterior
en infusión continua, con control seriado del tiempo parcial
de tromboplastina activada para ajustar las dosis. Las heparinas
de bajo peso molecular, aunque de mayor costo, son más simples
de usar pues al ser su vida media más larga se administran
dos veces al día por vía subcutánea, su dosis
se ajusta por el peso del paciente y, en la mayoría de los
casos, no requieren monitorización de la anticoagulación.
Si el tratamiento anticoagulante oral se inicia junto con la heparina,
esta última puede suspenderse a los cinco días.
Anticoagulantes orales. La
anticoagulación oral se puede realizar con warfarinas o dicumarínicos,
aunque en nuestro medio existe más experiencia con estos
últimos. El anticoagulante oral puede iniciarse simultáneamente
con la heparina, pero debido a que tarda 24-96 horas en alcanzar
su nivel adecuado de anticoagulación se recomienda una sobreposición
de heparina y dicumarínicos durante 5 días. El tratamiento
oral se prolonga ordinariamente por 3 a 6 meses, aunque la duración
se puede modificar de acuerdo a las evidencias de recuperación
de la flebotrombosis y de la cesación o persistencia de los
factores de riesgo. El objetivo del tratamiento oral es mantener
un INR (International Normalized Ratio) de 2 a 3. Conviene tener
presente que cuando el INR se mantiene en 2, la frecuencia de hemorragias
es de 4%, aumentando a 22% si el INR es mayor a 2,5.
Agentes trombolíticos.
El tratamiento con agentes trombolíticos disuelve los coágulos
de fibrina, acelerando la recanalización vascular. Sin embargo,
no evita la necesidad del tratamiento anticoagulante ya que no se
ha demostrado que disminuya las recurrencias o los síntomas
post-flebíticos. En la actualidad su uso está restringido
a la embolia pulmonar masiva y se ha usado con éxito incluso
en pacientes en paro cardiorrespiratorio durante las maniobras de
resucitación. Su administración puede ser por vía
intravenosa periférica o bien por vía local, inyectando
directamente el trombolítico en la arteria pulmonar a través
del catéter de angiografía, aunque no se ha demostrado
que una vía sea superior a la otra. La trombolisis local
tiene la ventaja hipotética de permitir la fragmentación
mecánica de los trombos, pero es una técnica restringida
a muy escasos centros, y de utilidad no categóricamente demostrada.
Interrupción mecánica de
la vena cava. Esta intervención está destinada
a evitar la recurrencia de embolias y consiste en la inserción
percutánea de un filtro en la vena cava inferior. Las dos
indicaciones principales son la embolia recurrente a pesar de un
adecuado tratamiento anticoagulante y la contraindicación
absoluta para usar anticoagulantes. Debe considerarse el uso de
filtros transitorios si la razón por la que se indicó
el filtro puede modificarse en el tiempo.
Tratamiento quirúrgico.
Es un tratamiento controvertido, reservado para pacientes con embolia
pulmonar masiva que no han respondido al tratamiento convencional
o que durante éste se agravan o presentan un paro cardiorrespiratorio.
Es una operación mayor que requiere de circulación
extracorpórea, por lo que es accesible sólo en algunos
centros, y su mortalidad resulta cercana al 50%, lo que probablemente
refleja la gravedad del cuadro más que las complicaciones
del procedimiento quirúrgico en sí, ya que muchos
de estos pacientes se operan mientras reciben resucitación
cardiopulmonar.
OTRAS EMBOLIAS
Embolia séptica. No es
frecuente y se produce por émbolos infectados por endocarditis
bacteriana de la válvula tricuspídea o de la mitral,
en casos con comunicación interventricular. También
pueden provenir de venas periféricas infectadas. El germen
más frecuente es el estafilococo dorado. Se observan múltiples
focos de condensación redondeados (Figura 29-8) o segmentarios,
que tienden a la excavación.
Embolia grasa. Se produce por
embolización de médula ósea, en casos con fracturas
graves. El cuadro típico incluye hemorragias pulmonares,
signos de coagulación intravascular diseminada y compromiso
del SNC por pasaje de gotas de grasa a la circulación sistémica.
Generalmente aparecen 1 a 2 días después del accidente
que produjo las fracturas.
Embolia de líquido amniótico.
Ocurre durante el parto o inmediatamente después. Se produce
por entrada de líquido amniótico a vasos venosos.
Su efecto se debe a la presencia de células descamadas, lanugo
(vello de feto) y meconio (heces del feto) en el líquido
amniótico. Se produce obstrucción de vasos pulmonares
con hipertensión pulmonar, insuficiencia cardíaca
derecha, hipotensión arterial sistémica y caída
del gasto cardíaco. También se agrega edema pulmonar
por aumento de permeabilidad capilar y coagulación intravascular
con hemorragias, especialmente internas. Tienen una letalidad elevada. |
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