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RADIOGRAFIA DE TORAX

La radiografía de tórax constituye la piedra angular del diagnóstico radiológico y es indispensable en el estudio de la gran mayoría de las enfermedades torácicas de trascendencia. La imagen es obtenida por impresión de una placa fotográfica por los rayos que atraviesan al sujeto en estudio. En el examen del tórax se emplea rutinariamente la placa frontal, obtenida con un haz de rayos de dirección posteroanterior. Según el problema en estudio, conviene complementar con una placa en proyección lateral, que permite ver zonas que quedan ocultas detrás del corazón y separar lesiones que se sobreproyectan en la placa frontal. En conjunto, las dos proyecciones permiten formarse una imagen tridimensional aproximada. El poder de resolución de la radiografía puede aumentarse usando, como medio para aumentar el contraste, sustancias opacas a rayos: bario en el esófago; soluciones yodadas en los bronquios (broncografía) o en los vasos(arteriografía). Es también posible obtener información adicional tomando las placas en diferentes fases de la respiración o en posiciones que desplazan a elementos movibles, como ser líquido en la pleura.
La radiografía simple de tórax en sus diversas proyecciones satisface la mayor parte de las necesidades de diagnóstico por imagen en clínica respiratoria y es requisito para prácticamente todos los demás métodos radiológicos.
Al igual que en muchos otros exámenes, la calidad de las respuestas depende de la precisión de las preguntas. Por ello la petición escrita de un examen radiografico debe incluir los datos necesarios para precisar cuál es el problema que se desea aclarar. Si el caso es difícil, es útil el contacto personal con el radiólogo. Como respuesta a su solicitud, el clínico usualmente recibirá una o más placas radiográficas y un informe, para cuyo análisis conviene tener presente los siguientes puntos:

Es difícil que un informe escrito transmita fielmente todas las características de una imagen, por lo cual conviene que el clínico identifique en la o las placas los hallazgos que el informe describe, de manera que se forme una idea lo más real posible de la magnitud y calidad de las lesiones de su paciente. En casos complejos puede ser necesario que lo haga junto con el radiólogo.

Todo método y todo observador tienen una sensibilidad y especificidad que muy excepcionalmente son absolutas, de manera que siempre cabe la posibilidad de exámenes e informes falsos negativos o falsos positivos. Estudios controlados han demostrado que la radiología no escapa a esta regla general.

Lo esencial del informe es la descripción de las imágenes y su interpretación en términos morfológicos macroscopicos. Los diagnósticos etiológicos, salvo algunas excepciones, deben evitarse y, si están presentes, deben considerarse sólo como una hipótesis que el médico tratante deberá calificar de acuerdo al cuadro clínico general.

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